¿Pueden hacer ciencia los jóvenes?
El proyecto busca formar a población joven en el establecimiento de objetivos de investigación científica del comportamiento humano, el diseño de su realización y la ejecución efectiva mediante utilidades gratuitas de red. Los objetivos específicos son:
Según el INE, a 1 de enero de 2020 España cuenta con 47.332.614 habitantes, de los que 4.742.171 (un 10%) son jóvenes de entre 16 y 25 años. En las universidades se encuentra un 32,8% de la población entre 18 y 24 años (Ministerio de Universidades, 2020). Aun suponiendo que el estudiantado universitario egresado cuenta con alguna base de formación en ciencia, con mucha variación entre ramas del conocimiento, observamos que la mayoría de las y los jóvenes no han recibido esa formación a través de la Educación Superior. Es más, llega a apuntarse que buena parte de la formación y experiencia científica de la juventud universitaria tiene lugar fuera de los espacios de enseñanza reglada (Rodríguez, Sihuay-Torres y Pérez-Jiménez, 2018).
También en torno a un tercio de las y los jóvenes entre 15 y 29 años participa en asociaciones, según el Consejo de la Juventud de España. El asociacionismo implica contar con inquietudes y cierto nivel de activación para la participación social. Parte de esas inquietudes se concretan a través de las redes sociales. Según el INE, el 99,9% de la población española de edades comprendidas entre 16 y 24 años usan frecuentemente Internet. De entre las actividades que realizan, parte de la juventud española va más allá de la comunicación básica e ingresa en un activismo más elaborado y comprometido (Fernández- Prados y Lozano-Díaz, 2021).
Luego, contamos con una población joven que está conectada a Internet, tiende al asociacionismo u otras formas de participación política y social, pero que en su mayoría no cuenta con una base científica robusta. Cabe esperar que este perfil general muestre una importante diversidad interna. Así, por ejemplo, si bien es abundante la defensa de la actitud científica y la investigación en múltiples facetas de la vida social para la juventud (Carrillo, Caballero y Roque, 2019), existe una fuerte desigualdad entre sectores sociales, de tal forma que se observa una fuerte brecha social que afecta principalmente a los sectores más desfavorecidos, que tienden a quedar marginados de los procesos de fomento del emprendimiento científico (Villamil, 2020).
El amplio uso de Internet en esta franja de edad constituye una oportunidad para estimular la experiencia científica, especialmente en los sectores sociales que suelen permanecer marginados en los procesos.
Las titulaciones universitarias, las disciplinas y las áreas de conocimiento no establecen distinciones entre ramas de la ciencia, de tal forma que co-existen las denominaciones de ciencias exactas, experimentales, sociales, humanas o de la salud. No obstante, en el imaginario colectivo existe un fuerte protagonismo de las ciencias experimentales, afines a la física y la biología, que afecta no solo al público en general sino también al especializado. Así por ejemplo, en la publicación de FECYT (2019) sobre la percepción de la Ciencia y de la Tecnología, se encuentra el cuestionario de conocimientos científicos, cuyos 12 ítems abordan contenidos de física, matemáticas y biología, sin mención de ciencias sociales (Miller y Laspra, 2019). En el mismo trabajo se observa que un 42% de la muestra encuestada no tiene interés por implicarse en asuntos científicos. No obstante, es normal que las personas tengan interés por el comportamiento humano con independencia del mito sobre la posibilidad de la psicología como ciencia (Colom, 2000), por lo que ese bajo nivel de implicación hacia la ciencia puede ser en parte explicado por el sesgo. De hecho, la misma publicación mencionada de la FECYT, en un capítulo posterior subraya este problema, indicando que "las ciencias sociales se ven sistemáticamente minusvaloradas, incluyendo a la psicología y a algunas disciplinas de tipo práctico" (Fernández, Cárdenas y Sánchez, 2019, pág. 113). Ello contrasta con la alta productividad científica de estas ramas del conocimiento. Solo en España existen 153 revistas de psicología indexadas en bases de datos científicas, 125 en ISOC del CSIC, 33 en PsycInfo (de la American Psychological Association), 22 en Scopus y 19 en WoS (Tortosa-Pérez, Osca-Lluch, López-López y Alfaro-Ferreres, 2019).
El sesgo no solo tiene efectos en la percepción de la ciencia, sino en su práctica. Una variable de gran relevancia es el coste de las investigaciones. Si bien la investigación del comportamiento humano requiere en ocasiones una inversión fuera del alcance de la mayoría de la población, también es cierto que las investigaciones basadas en la interrogación (habitualmente por cuestionario) por Internet pueden llevarse a cabo mediante un gasto mínimo. Ciertamente, muchas de las encuestas que circulan en Internet no tienen una base mínima de calidad científica. Lo que se propone en este proyecto es suministrar esa base bajo el paraguas de las características definitorias del método científico y acompañarla de competencias prácticas para que incluso jóvenes sin recursos puedan vivir la experiencia de una investigación científica. Nuestra hipótesis de trabajo en este proyecto es que la consideración de que la ciencia puede practicarse sin grandes recursos económicos debe ser un fuerte aliciente para el fortalecimiento de la ciencia ciudadana, especialmente en el caso de la investigación del comportamiento humano. A ello se une el mencionado interés general que las personas sienten para comprender su propia conducta y la del resto. La combinación de estos elementos debería redundar en un creciente interés por la práctica de la ciencia.